Pongámonos costosas

Es un día para conmemorar. Así que no se trata de dar regalos, sino de reflexionar.

Año tras año, los comerciantes esperan con deseo el Día de la Mujer porque es una fecha en la que repuntan sus ventas. Chocolaterías, floristerías y moteles hacen su agosto por cuenta de la que quizá es una de las fechas más desdibujadas de la historia, pues nada tienen que ver esos obsequios-cliché con la lucha de las neoyorquinas que en 1909 marcharon para exigir reducción de su jornada laboral, mejores salarios y el derecho al voto.

Pero, songo sorongo, marzo tras marzo, y con la complacencia de miles de niñas, jovencitas y señoras, nos han ido comprando con serenatas y todo tipo de ‘detalles’ cuyo significado y uso refuerzan el estereotipo de que a las mujeres se nos contenta con lo que controle nuestras hormonas.

Si es por exterminio, nada mal vendría exterminar de una vez por todas la cultura patriarcal que ha sometido a las mujeres a ser una pequeña o limitada versión de lo que pueden ser.

Claro que hay casos peores: por estos días, una cadena de tiendas por departamentos le pone el letrero ‘para la mujer vanidosa’ a una licuadora a la que le redujo el precio; y ‘para la mujer tradicional’, a un juego de cuchillos también a precio de ganga. ¡Hágame el favor! ¿Su gerente de mercadeo no se ha dado cuenta de lo que nos ha costado a las mujeres quitarnos de encima el estereotipo de amas de casa o del costo para la economía y el desarrollo de los países de circunscribir el aporte de las mujeres a lo que preparan en la cocina? ¿Acaso hay que explicar con plastilina la relación entre esos estereotipos y formas de violencia como la falta de autonomía económica?

Más que el o la directora de mercadeo de ese almacén, me preocupan las mujeres que se morirán de dicha al abrir esa caja de cuchillos o esa licuadora y que retribuirán con besos y sonrisas a sus remitentes, pues no se han dado cuenta de que lo que les dan son regalos envenenados. Pero hay más: una empresa invita a sus empleadas a un curso de maquillaje con ocasión del Día de la Mujer, ¡válgame Dios!, nada tengo en contra de que las mujeres quieran verse más bellas ni de que aprendan tips para eso, pero ¡qué chichigua de plan para un día de tanto significado, en el que justamente lo que se debería hacer es todo lo contrario a maquillar!

Qué buena ocasión para ‘desenmascarar’ a quienes fungen de respetuosos con las mujeres pero ignoran las propuestas que estas dan en una reunión o ni siquiera las miran a los ojos. Qué gran pretexto para ‘desempolvar’ tantos episodios que suelen callar las mujeres con el argumento de que es mejor ‘llevar la fiesta en paz’. ¿Cuál es el miedo a armar un bonche a la altura de los que armaron las mujeres que han cambiado la historia y han vivido para ser beneficiarias de ese cambio?, ¿acaso importa que nos digan ‘feminazis’? Allá ellos con sus distorsiones, pero si es por exterminio, nada mal vendría exterminar de una vez por todas la cultura patriarcal que ha sometido a las mujeres a ser una pequeña o limitada versión de lo que pueden ser.

Entonces, como dice ONU Mujeres, este no es un día para celebrar, es un día para conmemorar. Así que no se trata de dar regalos, sino de reflexionar. Esta entidad sugiere que se haga con la promoción de diálogos colectivos en los sitios de trabajo, con la divulgación de historias de vida para resaltar y reconocer a mujeres cuyo ejemplo valga la pena seguir. Y especialmente este año, el llamado es a usar la innovación en la creación de equidad de género. Quizá hacer esto valga incluso menos pesos que comprar una caja de chocolates, pero sin duda cuesta más compromiso. Ese costo no es un regalo para las mujeres, sino una inversión para la sociedad. Si nos damos la oportunidad de ensayar, recogeremos pronto los réditos.

Veo reportes de prensa que indican que cada persona que piensa hacer algo por el Día de la Mujer gastará unos $ 120.000… por favor, no seamos tan baratas, que lo barato sale caro. ¡Pongámonos costosas!

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